RELATO – L´Art de vivre
El sol, que ahora entra más decidido en la calle Saint Séverin, deja caer uno de sus rayos a sus pies, como si quisiera iluminar sus pasos. El portal de Song es inconfundible, su humildad entre los humildes y su estrechez entre los estrechos lo convierten en la metáfora perfecta del tránsito entre dos estados, acaso entre dos vidas. No, Bernadette y Pascal no son los mismos que llegaron hace un mes a París. No sabrían decir qué ha cambiado en ellos, pero saben muy bien que no son los mismos. Han guardado con celo la semilla que Gamal y Song les confiaron, pero la semilla también parece seguir siendo la misma. También preguntarán eso a Song en cuanto vuelvan a verlo. Ahora les parece raro no haber ido a visitarlo durante todo un mes. «París reclama con fuerza a los amantes», les dijo Song aquel día en que lo conocieron. Y vaya sí los reclamó con fuerza. Mientras suben las escaleras, estrechas como el portal, que conducen a la consulta de Song, ambos parecen recordar aquellas palabras del maestro.
—Un momento —dice la mujer—. ¿No te has fijado en eso?
—¿En qué? ¿A qué te refieres?
La mujer desciende las escaleras y se para ante los buzones de correos. El buzón del maestro Song rebosa de correspondencia no recogida.
—Mira, Pascal…, toda esta correspondencia.
Pascal vuelve sobre sus pasos y se planta junto a Bernadette para mirar el buzón del maestro. Del resto de los buzones no asoma ninguna carta, pero en el buzón del maestro ya no cabe ni una carta más. Pascal se dirige enérgico al tramo de escaleras que desemboca en la puerta de la consulta de Song.
De unas pocas zancadas se planta allí. Pero cuando llega no está solo, un hombre y dos mujeres esperan.
—Si viene a ver al maestro, ya puede ponerse a la cola —dice la mujer que mira por encima del hombro.
—Hace días que no sabemos nada de él —dice la mujer que mira por debajo del codo.
—¿¡Días, señora!? —exclama asombrado el hombre, que mira al estrecho y humilde infinito de la finca—, semanas, más bien.
Pascal se adelanta entre los clientes del maestro y va a tantear la puerta. Se resiste a creer que el maestro haya desaparecido así como así. Le preocupa que haya podido pasarle algo.
—No se moleste, está cerrado —dice la mujer orgullosa sin mirar a Pascal—. No pensará que no lo hemos intentado ya, ¿verdad?
Antes de tocar el pomo de la puerta, con la otra mano Pascal toca instintivamente la semilla en su bolsillo. Gira el pomo de la puerta y entra a la consulta de Song ante la estupefacción de la mujer orgullosa, el orgullo de la mujer tímida y el asombro del hombre asombrado y del propio Pascal.
—Entonces, usted es… su sustituto —acierta a decir el hombre.
—Eso parece —acierta a decir Pascal, cada vez más convencido de que el camino de su vida es estar al servicio de la luz. Recuerda las palabras de Song:
«Vosotros sois dos servidores más de la luz, formáis parte de los 144 000 que estamos repartidos por todo el mundo para iluminar la oscuridad de nuestros hermanos».
Pascal se limita a sonreír tímidamente y la mujer tímida lo secunda con una amplia y franca sonrisa.
Del libro L´Art de vivre by Ramon Rossell Escritor